La delegación de la Ruta de la Pasión Calatrava vuelve muy satisfecha de su viaje a Roma
La delegación del Campo de Calatrava (Ciudad Real) que se desplazó estos días al Vaticano, en Roma, acompañando a los Armaos de la Ruta de la
los armaos
La reminiscencia del Antiguo Imperio Romano se instala en las estancias de las casas calatravas donde los artífices de la Semana Santa, nuestros soldados romanos, se arman de grandeza para convertirse en los actores inolvidables de este acontecimiento de gran trascendencia para la cristiandad.
Estos pintorescos individuos tienen su origen en las secciones militares de numerosas cofradías del s.XVI y XVII. Soldadescas que aunaban el ambiente militarizado de la época, derivado de la Iglesia postridentina, junto al ideal caballeresco impregnado en la Orden de Calatrava gracias a sus frailes, mitad monje y mitad soldado; siempre afanados en combatir el mal contra el espíritu cristiano.
Como tales, desfilan los días de la advocación por calles y plazas vestidos a la usanza castellana con espadas y lanzas. Estas divisiones armadas son repudiadas por el espíritu ilustrado, por lo que gran parte de ellas se extinguen a lo largo del s.XVIII.
En la segunda mitad del s.XIX se documentan, asociadas a la Semana Santa, con especial énfasis en la custodia del Santísimo durante 40 horas, la asistencia a las funciones religiosas y, por supuesto, a las procesiones.
Desde entonces, han marcado los sonidos y colores de la Semana Santa Calatrava, despertando a los vecinos con las dianas o arrastrando a los más pequeños con sus tambores.
Su jornada abarca casi las 24 horas de los días centrales de la Semana Santa. Bajo armaduras de latón o acero desfila una persona que, con su silencio y sus movimientos, reclama la atención de fieles y no fieles, vecinos y foráneos. Con los tambores marcan el ritmo de las poblaciones, haciendo vibrar hasta los cristales. Ritmo y color se mezclan, además, en las escenografías de la Pasión, especialmente en el Prendimiento, Sentencia o Caída.
Los armaos son, en este sentido, los actores principales de la Semana Santa Calatrava.
Su vestidura resulta peculiar, generalmente de rojo, portando armas blancas, lanzas, alabardas, espadas, sables o banderas, exaltando siempre al marcado ritmo de los tambores, los momentos más importantes de la Pasión como el Prendimiento y la Resurrección. La diversidad de colores, formas, elementos decorativos y denominaciones, para referirse a las piezas del traje «armao», a lo largo de los municipios del Campo de Calatrava es muy extensa.
Sin embargo, el viajero reconocerá enseguida a los miembros de nuestras Centurias Romanas siempre que vea una chaqueta roja cubierta de bandas de raso rojo con fleco de oro, pantalones por debajo de la rodilla ricamente bordados, al igual que las faldetas, sin olvidar, las botas de paño y las medias.
Y haciendo honor a su nombre de «armaos», podríamos toparnos con estos guerreros cargados de sobriedad y empaque. Su presencia resulta solemne gracias a las relucientes corazas de hojalata cubriendo su pecho y espalda, a la armadura de sus brazos recubiertos por metálicas escamas, o a la vistosidad de su pesado casco bien emplumado o adornado con coloridos pompones, cuyo vaivén incesante le hacen bailar acompasado ante el sol del Jueves Santo.
Completan los soldados calatravos su atuendo con esas armas que les otorgan la autoridad y la rigidez que su disciplinado comportamiento les ha hecho merecer, desde mucho tiempo atrás.
Los romanos no son fieles más que a su lanza de soldado apoyada en su hombro o al sable de sus superiores: eso les diferencia notablemente del resto de los cofrades.
Gracias al trabajo incansable de muchos hojalateros de la zona como Julián Moraga, en Bolaños de Calatrava, y Francisco García Oteo, en Almagro, ha permanecido la gallardía de nuestras compañías romanas que visten sus relucientes corazas cada año. Al igual que numerosos artistas de nuestra comarca, estos auténticos artesanos se han ganado la vida reparando armaduras rotas y bregando entre mazos de madera, soldadores de estaño, siempre encendidos, o tachuelas.
Y si, como en algunos momentos de nuestra historia pasada, ocurría que el latón escaseaba, las manos creativas de muchos domadores del metal se las ingeniaban para fabricar las corazas con algún que otro brasero desechado.
Hasta 200 miembros de la Centuria Romana pueden sorprender al viandante por las calles de Bolaños de Calatrava, Almagro o Aldea del Rey, mientras escenifican la Pasión y Muerte de Jesucristo. Todas las graduaciones están presentes, pasando por un cabo hasta un comandante y dividiéndose, a su vez, en una escuadra de cabos de gastadores, una banda y dos secciones.
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